Displasia de Cadera en Humanos | Diagnóstico y tratamientos
Pese a que la displasia de cadera es una enfermedad que se desarrolla generalmente en animales y más específicamente en perros, también podemos encontrarla en personas y sobre todo en niños pequeños. En este caso lo que ocurre es que el hueso del fémur y el del acetábulo no se articulan con normalidad, provocando una degeneración progresiva de la cadera. Esta luxación o este fallo en la movilidad de la cadera podrá provocar en el paciente el desarrollo posterior una artrosis grave.
La displasia de cadera es una enfermedad que se da frecuentemente en niños recién nacidos o en niños muy pequeños. No hay una causa exacta para que produzcan estas anormalidades en el desarrollo de la cadera del pequeño, pero sí existen numerosos elementos de riesgo. Por ejemplo, una herencia familiar con antecedentes de la enfermedad, o si es un niño nacido tras un embarazo múltiple; si el bebé recién nacido es niña o si existen malformaciones secundarias como el pie zambo serán factores importantes a la hora de desarrollar displasia de cadera.
Esta enfermedad la podrá diagnosticar un traumatólogo infantil o un pediatra a través de pruebas radiológicas, una ecografía o una exploración de las caderas. Cuanto antes se detecte, mejor será para la evolución positiva del paciente frente a la enfermedad.
A la hora de tratar la displasia de cadera, los aparatos ortopédicos son los que mejor resultados ofrecen, los más eficaces. El tratamiento variará según la gravedad de dicha displasia. Si la evolución no es positiva puede llegar a ser necesario realizar una operación quirúrgica.
Cuando esta patología es ignorada (y por lo tanto no tratada) provoca una cojera importante en las personas que alcanzan la edad adulta y la única posibilidad de mejora será a través de la realización de múltiples operaciones de la cadera luxada.
No existe ninguna receta a la hora de prevenir este tipo de luxación de la cadera, pero en lo que sí queremos hacer hincapié es que es fundamental diagnosticarla a tiempo y ser tratada posteriormente. De no hacerlo, y como hemos visto con anterioridad, influirá de forma muy determinante en la calidad de vida del paciente, imposibilitándole en numerosas ocasiones acciones de lo más contidianas.